«Y si pedimos una pizza»- pensamos ayer en casa, y así lo hicimos. La sorpresa fue descubrir que el pizzero de la esquina había cedido la tapa de sus cajas -donde comunica su marca y datos de contacto- para que en ellas publicite contenido propagandístico el PRO. Descuento, por supuesto, el contenido del mensaje por tratarse de un tema harto serio: la trata de personas. Me quedo pensando, sin embargo, en dos cosas no por tanto menos llamativas: primero en cuales son los limites del aparato propagandístico de la ciudad que lo llevan a producir las Cajas Pizzeras PRO y arreglar con los pequeños comerciantes de la capital para colocarlas; y segundo, en la situación económica de la ciudad (y del país) que lleva al pizzero a aceptar el stock de Cajas Pizeras PRO para reducir los altos costos en su negocio, renunciando a su propia identidad.
Si «por plata baila el mono» ¿de quién es la imprudencia, del mono que sabe bailar y le gusta, o de aquel que lo pone a bailar a su servicio por algunas monedas?
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